Tres añitos ya, desde que iniciamos el movimiento y hoy, en este inicio de Semana Santa tan atípico, seguimos lidiando con los Judas, los pilatos y el sanedrín.
Hace más de dos mil años que se crucificó a un revolucionario y a otros tantos, tal como hoy sucede, donde los judíos del Sanedrín comenzaron los ataques contra el movimiento de un nuevo pensamiento que al final cambió a todo un imperio y posteriormente al mundo. Las envidias les empujaban a tirar piedras y esconder la mano, porque debían favores, deudas personales con los políticos romanos, aunque fueran de la misma condición social que aquellos que acompañaban a Jesús de Nazaret. Sus intereses personales e inquinas eran tan antiguas contra terceras personas que pretendían que el nuevo movimiento fuese su parapeto para derrocar a otros, a cualquier precio, aunque el precio a pagar fuera continuar bajo el yugo romano a todo el pueblo y cuando no pudieron conseguir sus pretensiones de estos, comenzaron los ataques, porque o estaban con ellos, o contra ellos. No había término medio para estos ni comprendían que llegaban tiempos de cambios para todos y se sintieron atacados de manera incomprensible, comenzando una trama en contra del nuevo movimiento.
Desde el nuevo movimiento se comenzó a dejar en ridículo o en evidencia mejor dicho, pues el ridículo llevaban años haciéndolo, a todos estos lacayos y líderes religiosos, con una facilidad pasmosa, pues todo lo que les rodeaba estaba tan viciado, que era como una momia en estado de descomposición manejada por un ente que se aferraba a una vida, a un tiempo, que ya había finalizado mediante un pacto con el diablo.
Pilatos, ante la insistencia del sanedrín decidió dar órdenes de traer ante él a cualquiera de los seguidores, para frenar el movimiento. Se dictaron sentencias condenatorias por ordeno y mando, con escarnios públicos lanzados desde sus más fieles y cercanas instancias. Se dictaron sentencias sin celebrar juicios imparciales, pero esto no amedrentó a los seguidores del nuevo movimiento.
Se comenzó una política de crucifixiones a todos aquellos que desde el sanedrín indicaban y como no pudieron frenar el movimiento, Pilatos, a petición de estos, dió órdenes de apresar a Jesús con la ayuda de Judas. Lavándose posteriormente las manos, para culpar al resto, como si quien da las órdenes no fuese tan culpable como el verdugo que hace efectiva la sentencia. Hicieron pasar a Cristo, por lo que hoy conocemos como “Pasión”, hasta llegar a su crucifixión. Se persiguió a sus seguidores, que nunca habían hecho nada que pudiera dañar al Sanedrín, más que gritar ¡basta ya!, tampoco a sus semejantes, ni al imperio romano más allá de pedir un nuevo estilo de vida mejor para la mayoría, para el pueblo. Cristo resucitó, y de un linchamiento público obtuvieron un mártir que, cambió el mundo tal como se conocía.
Demasiadas semejanzas, veintiún siglos después, de lo que supone intentar cambiar lo viciado, en una democracia donde muchos añoran tiempos autoritarios, camuflados en banderas de izquierdas. Donde trabajadores acusan a trabajadores, por inquinas con terceros. Los mismos que tiran piedras y esconden la mano, los mismos que piden justicia para sus intereses y no les importa nada que no sea su entorno sindical o personal.
Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.
SIN MIEDO DE ROSANA, OS LA DEDICAMOS
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