domingo, 7 de junio de 2020

Los sastrecillos de Chikitusstam

Erase una vez un reino muy, muy, lejano, ya perdido en el tiempo y en la memoria de los más ancianos. En dicho reino, era muy importante conseguir trajes, pues, cada cierto tiempo, se abría la posibilidad de trabajar en la corte real, pero era indispensable acudir a las entrevistas siempre bien trajeados, como demandaba la idiosincrasia del reino. Cuenta la leyenda, que habitaban varios sastres en palacio, pero de todos era conocidos uno en especial, el cual, se hacía llamar “sastrecillo valiente”.
Los sastres reales, competían por conseguir que el mayor número posible de los nuevos cortesanos vistieran sus trajes para conseguir mas fama y poder ante la corte real. Una vez conseguido el puesto de trabajo los sastres se encargaban de ayudar a seguir mejorando laboralmente a sus más cercanos que, normalmente, les rendían pleitesía total, para realizar labores junto a la realeza, pues muchas decisiones de palacio debían pasar por un consejo de representantes del pueblo que se las exponían al rey y era justo ahí donde los sastres soñaban con tener el mayor número de representantes luciendo sus telas y trajes.

Algunos de los cortesanos habían conseguido con su esfuerzo y años de trabajo ahorrar dinero y comprar un traje fuera de palacio, pudiendo acceder a la entrevista y trabajar en palacio sin las telas de los sastres. Estos últimos no compartían la idea de que fuese necesario usar unas telas u otras, ni trajes de un taller de costura u otro de los más usados en palacio, pues entendían que todos debían tener las mismas posibilidades de conseguir un trabajo o promocionar dentro de palacio pues el rey no pedía ningún requisito más.
Cierto día comenzó una lucha entre los sastres de palacio cuando muchos cortesanos, cansados de ver como aquellos que usaban los trajes de los sastres reales, casi siempre accedían de forma sorprendete a ciertos puestos de trabajo cercanos a la corte comenzaron a levantar sus voces ante tal desigualdad.
Los sastres comenzaron a gritar por todos lados negando que fueran ciertas las acusaciones, pero el mas interesado en negarlo era el sastrecillo valiente. Pues, aunque sus trajes lucían por toda la corte real, eran pocos sus clientes y siempre hablaba de lo necesario que era realizar grandes cambios dentro de la realeza, de su cercanía con el pueblo llano, de su interés por la igualdad de todos, incluso, cuando se reunían todos para cortar sus trajes criticaba al rey, pero cuando se reunía con la realeza, alababa y rendía total pleitesía al rey sin importarle lo más mínimo las consecuencias de las decisiones reales que podían desfavorecer a todos los cortesanos, porque siempre acababa consiguiendo algún beneficio aunque ello afectase de forma negativa a la mayoría del pueblo.
Para evitar ser descubiertos los sastres decidieron que entre ellos mismos unificarían el tipo de telas y trajes cambiando solo las tallas. Con este acuerdo se aseguraban seguir vistiendo a los futuros cortesanos, pero se repartirían el numero de trajes que cada cual confeccionaría por temporada.
El sastrecillo valiente criticaba a quienes hacían trajes iguales de diferentes tallas a los que tuvieron acceso sus allegados y que no lo hicieran para los nuevos cortesanos. Esa era su táctica para desacreditar a los demás sastres a sus espaldas pues como ya os conté, le gustaba jugar con doble baraja según hablase con aspirantes a la corte o con cortesanos reales.
El sastrecillo valiente a escondidas, fabricaba trajes a medida solo para sus elegidos y aunque se los regalaba, convertía en esclavos de por vida a quienes los aceptaban.
Ante sus continuas habladurías a espaldas de los demás sastres, estos, conocedores de sus artimañas y falta de buena visión, decidieron tenderle una trampa. Le enviaron una mona adiestrada con una cámara y micrófono ocultos y como tenía un nivel de inteligencia tan alto, parecía casi un ser humano, resultando un plan perfecto. La mona llegó al taller y comenzó a informarse de los trajes, de las telas y el sastrecillo, que cuando estaba a solas criticaba a todo el mundo, comenzó a fanfarronear de sus trajes y gran influencia ante la corte real. Hizo pasar a la mona al taller de costura y los sastres que observaban todo a través de la cámara de la mona, estupefactos, vieron que en el taller confeccionaba trajes a medida, con las mismas telas que acordaron, pero con máquinas de coser industriales de alta velocidad. En ese momento los sastres, indignos como él, pero además indignados, irrumpieron en el taller mientras el sastrecillo valiente vestía a la mona quedando al descubierto. Aun así, como el escándalo no podía ser descubierto, y podían perder el mercado, acordaron mantenerlo en secreto a cambio de que el sastrecillo valiente cosiera desde ese día a mano. Haciendo bueno el dicho, una vez mas que dice así; “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda” y aunque así de triste es este relato, esta historia, por ahora, aún no ha acabado, pero llegaran los caballeros y damas del csif para demostrar que con ell@s habrá cambios, sí o sí.
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